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Actualidad

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23 Jun
Boqueria180

La mesa de San Juan

Si para san José los barceloneses se llenaban la barriga de crema y requesón, para san Juan lo hacían de coca y chocolate. Parece, según dice Joan Amades, que antiguamente las cocas eran de forma redonda y tenían un agujero en el centro, y también que, a mediados del XIX, se preparaban cocas de pasta de pan, completamente planas y con la forma de un cordero, por el animal que acompañaba al santo. La coca que comemos ahora, con pasta adobada o pasta de pan, más cocida, azucarada y con piñones, es cosa de los pasteleros, que substituyeron con sus creaciones las cocas hechas en casa y las endulzaron con cerezas y otras frutas confitadas.

Se acompañaba con vino dulce o aguardiente y era obligatorio comerla fuera de casa, en el camp o la calle, si no se quería tener mala suerte. De esta manera, al comerla en común nunca antes de la medianoche, se convertía en una fiesta popular, ya fuera en la calle –com cocas muy largas, pagadas por todos los vecinos, que se llevaban a cocer ahornos especiales y se paseaban por las calles para lucirlas- ya en los terrados, donde se juntaban los habitantes de varios pisos para comerla, bailar e inclusos encender pequeñas hogueras.

Hierbas, agua y baile

Cuando se puso la primera piedra de la Boqueria, en 1840, Barcelona era una ciudad encerrada por unas murallas que no se derribarían hasta 1854. Esto dificultaba las salidas y entradas nocturnas ya que los portales se cerraban y abrían a unas horas determinadas. Y también complicaba una de las costumbres más practicadas por la gente del siglo XIX en la noche de san Juan: ir a recoger hierbas. Era el momento en que tenían más virtudes y poderes y por eso muchos barceloneses salían a buscarlas. También los había que aprovechaban la excusa para ir a divertirse a las fuentes de Montuïc, sobre todo la font Trobada, la de Satalia y la del Gat, y los que no llegaban a cruzar los portales –que esa noche se cerraban una hora más tarde y se abrían una hora antes- iban a distraerse a los alrededores de la capilla de Sant Joan de l’Erm, en la calle Tallers, y a los descampados y huertas del Raval, hacia la plaça del Pedró, de Sant Antoni y de Sant Pau.

No solo las hierbas tenían poderes esta noche, también el agua. Por eso los barceloneses que se querían proteger de las migrañas iban a remojarse la cabeza a la fuente de Sant Joan, situada en el hospital de Santa Marta, en las calles Riera de Sant Joan esquina Avellana, hoy en día desaparecidas a raiz de la construcción de la Via Laietana. O hasta la playa, donde sacaban agua de mar con grandes conchas y se la lanzaban los unos a los otros, de manera que cuánto más mojados acabaran, más suerte tendrían. En la misma Riera de Sant Joan se montaba una feria de albahacas, helechos y verbena, y golosinas, sobre todo cocas y buñuelos azucarados. La visitaban principalmente parejas jóvenes y los hombres compraban hierbas y dulces a las mujeres y ellas les compraban unos silbatos de cristal que hacían sonar toda la noche.

La otra gran diversión de la noche, como pasa hoy en día, era ir a bailar: los bailes públicos y las sociedades preparaban un programa de 24 bailes, el doble que los días de fiesta grande, con dos orquestas que se iban alternando y que se acababa hacia las 7 de la mañana. Una vez urbanizado, el paseo de Gràcia se convirtió en el lugar preferido de las afueras para ir a bailar, y los barceloneses cambiaron el Jardí del General y el Passeig Nou por los jardines del Tívoli, el Prado Catalán, los Camps Elisis y la Nimfa.

Chocolate o mejillones para desayunar

Tanto si habían ido a recoger hierbas, a divertirse a las fuentes, a mojarse o a bailar, al día siguiente por la mañana todos iban, primero, a misa, y luego a comer chocolate y pasteles en forma de cuerno que se llamaban ‘mitges qüernes’ a la gran cantidad de chocolaterías que había en la ciudad. También era habitual ir a desayunar a alguno de los merenderos de los alrededores, y empezar el día con mejillones, conchas, lapas, caracoles y algun otro marisco, convencidos de que les traería salud y riqueza. Los más prudentes comían tortilla, por ejemplo de hinojo, para protegerse de ser embrujados durante todo el año.

Patrón de varios oficios, entre los cuales los comerciantes en general y feriantes, atuneros, bacaladeros, sardineros, vendedores de granos y de legumbres cocidas en particular, la fiesta de san Juan era día de estrenar sombrillas y inaugurar la temporada de abanicos, que la juventud más elegante lucía paseando por el centro de la ciudad.