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Actualidad

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10 Feb
Boqueria180

La mesa de Carnaval

¿Qué comían los barceloneses en 1840? En 180 años, la dieta y la cocina de la ciudad han cambiado mucho, sobre todo en las últimas décadas del siglo XX. La presencia continuada de la Boqueria llevando a cabo su función permite realizar una panorámica sobre la alimentación en Barcelona durante casi dos siglos. ¿Nos acompañan?

Primero hay que ponerse en situación: alrededor de 1840, la cocina diaria era monótona y poco variada, con muchos caldos, verduras, legumbres, patatas y poca carne, normalmente de cerdo, mucho pan y vino. La rutina la rompían solo las abstinencias de carne de los viernes de Cuaresma y los días festivos. Entonces ocupaban los platos tortillas y butifarras (Carnaval), pescado fresco o salado (Cuaresma), carne de cordero asada o a la brasa (Pascua) y aves de corral, un auténtico lujo, para la fiesta mayor. El gallo asado y algunos arroces de carne y pollo eran los platos de Navidad y completaban las grandes fiestas el santo del cabeza de família o su mujer, momento de degustar la pastelería hecha en casa como la crema quemada, el flan y la coca.

La mayoría de los barceloneses tenía una dieta insuficiente para llevar a cabo un buen crecimiento, mantener el organismo, recuperarse de una enfermedad o practicar actividades físicas, en una época en que buena parte del trabajo era todavía manual. La industrialización no mejoró las cosas con las largas jornadas laborales y salarios bajos de una masa obrera con condiciones de vida nefastas. La alimentación diaria de una família humilde estaba compuesta de medio quilo de pan, un cuarto de quilo de patatas, 100 gramos de legumbre, 50 milílitros de aceite y medio litro de vino. Se completaba con poca cantidad de fruta, hortalizas y verduras, y pescado, en especial bacalao y sardinas, que se comía mucho más que la carne de buey, oveja y cabra, cara y de mala calidad.

El cerdo, protagonista

El Carnaval y sus comidas grasas con el cerdo de protagonista principal representaba la primera gran alteración de la dieta que empezaba el Jueves Lardero, cuando la Barcelona de mediados del siglo XIX se hartaba de cocas de chicharrones. De acuerdo con el Costumari Català de Joan Amades, se comía un plato llamado cassola, a base de carne de cerdo, huevos, lomo, oreja, vientre, butifarra y otras carnes que se llevaba al horno, con huevos batidos con canela y azúcar que cuajaban y formaban una costra. También eran muy populares los macarrones mantecados y, de postre, la coca de chicharrones que todavía comemos hoy.

Estos platos tan consistentes se comían para merendar o cenar, mientras que los niños que iban a la escuela también tenían una merienda especial, con tortilla con butifarra y queso de postre. El Martes de Carnaval era la última ocasión de hacer una buena comida antes de la Cuaresma, aunque había gente que aprovechaba el Miércoles de Ceniza para una última merienda mientras los más devotos ya comían bacalao a la brasa. Era el dia en que las carnicerías cerraban hasta el Sábado de Gloria y durante la Cuaresma los mataderos solo mataban un cordero diario para tener carne para los enfermos, que podían comerla solo con una bula o el permiso del cura párroco.

Golosinas trucadas

El mundo al revés del Carnaval se veía también reflejado en los alimentos, como las golosinas ‘trucadas’ repartidas por muchas de los participantes disfrazados de la rua: caramelos o pastelitos salados, con pimienta, con ingredientes purgantes e incluso con esparto, estopa o crin elaborados por varias pastelerías de la ciudad.

O los huevos que, llenos de yeso, cal, ceniza o otros materiales, se convertían en proyectiles para lanzarse los unos a los otros. Para que hubiera una buena provisión de huevos vacios, muchos días antes del Carnaval, la mayoría de fondas de Barcelona servían platos de huevos y guardaban las cáscaras.