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Actualidad

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26 Oct
Boqueria180

La mesa de Todos los Santos

‘Panellets’, castañas y granadas eran los alimentos típicos de los días 1 y 2 de noviembre, unas fiestas dedicadas a los santos que no tenían su dia en el calendario litúrgico y a las almas del Purgatorio.

Como las ‘mones’, las cocas y otras comidas dulces, los ‘panellets’ se originaron en la reposteria casera, aunque ya desde el siglo XVIII es podían adquirir fuera de la cocina de casa, ya fuera en las mesas de sorteos o, un siglo más tarde, en las pastelerias.

Eran típicos del día los sorteos de ‘panellets’ y, así, los cafés montaban ‘ramellets’, unas mesas decoradas con luces y flores y gran cantidad de platos llenos de ‘panellets’ que sorteaban entre la gente que, la tarde del dia 1, iba a visitar los cafés con la misma curiosidad que visitaban los monumentos por Semana Santa y los belenes por Navidad. Según Joan Amades, además de los cafés, havia mesas de sorteus de ‘panellets’ y pollos en casi todas la plazas de la ciudad, en especial en el Llano de la Boqueria, el de las Comèdies, las plazas del Àngel y Nova y el Portal Nou.

Posiblemente el origen de estos sorteos fuera la feria de castañas y ‘panellets’ que, a finales del siglo XVIII, se montaba en las calles del Call, la Boqueria y Hospital. Con muchas mesas decoradas con candelabros y jarrones con flores y grandes fuentes de ‘panellets’, agrupaba muchos puestos, como la del 1796, que tenía más de 200. Cuando, a principis del siglo XIX es empezaron a abrir las pastelerías –como l’Estrella, de la calle Nou de la Rambla, fundada en 1825 y aún en activo-, los pasteleros se apresuraron a decorar los escaparates con ‘panellets’ para hacer la competencia a los cafés y empezar a acostumbrar a la gente para que los comprasen.

Los que vendían ‘panellets’, como panaderías, droguerías y otras tiendas similares lo anunciaban colgando una o dos paellas en la parte de fuera o dentro de la tienda, una costumbre que no era exclusiva del 1 de noviembre sinó que también anunciaba los roscones de San Antonio y San Pablo, los requesones de San José, los buñuelos de Semana Santa , la ‘mona’ de Pascua o las cocas de San Juan.

Un padrenuestro por cada castaña

A partir de las dos de la tarde del dia 1 la gente se ponía seria y, después de comer, iba a visitar los cementerios de las parroquias, primero, y desde principios del XIX, el del Poblenou, reinaugurado en 1819. De vuelta, los que no querían asar las castañas en casa aprovechaban para comprarlas a las castañeras que montaban el puesto, todas en fila, en el Portal de l’Àngel, camino obligado para ir al cementerio de los empestados, en Gràcia, y en el de Don Carles, hacia el inicio de la actual Avenida Icària, los que querían ir al del Poblenou.

El dia siguiente, una vez pasada la castañada, las castañeras repartían los puestos por toda la ciudad. Para asar las castañas usaban unos fogones de cerámica en forma de copa y paellas de cobre o hierro agujereadas para que la llama les llegara bien. Una vez asadas, las dejaban en un recalentador hecho con sacos viejos.
Aunque la cena en honor de los difuntos de la família no era extraordinaria, una vez acabada se celebraba la castañada, con castañas, ‘panellets’ y otros dulces, y vino blanco o dulce como la malvasia de Sitges. Los pequeños tenían que decir un padrenuestro por cada castaña que comían si no querían que, por la noche, los muertos fueran a visitarlos en su habitación para tirarles de los pies mientras dormían.

De acuerdo con las costumbres tradicionales, el 1 de noviembre empezaba el invierno y, por tanto, había que ponerse ropa gruesa propia de la estación y salir por primera vez con el abrigo, que se debía llevar hasta el Jueves Santo. Igual que las personas, las casas también se vestían de invierno con cortinas, esteras y alfombras, y se encendía el brasero por primera vez.

Pan de muertos y granadas

El dia siguiente, 2 de noviembre, se celebraba hasta la tarde el dia de los Muertos y las Almas con tres misas de difuntos per la mañana y novenario con sermón, canto de responsos y lamentaciones de las almas por la tarde . En la misa mayor se bendecían cocas y pan, que se repartía entre los fieles para que se lo comieran en casa creyendo que hacían un bien a las almas del Purgatorio. Pero el alimento del día era la granada, que consideraban que representaba al Purgatorio y sus granos, a las almas que esperaban la redención. Por eso mucha gente creía que por cada grano que se comía, se redimía una alma.

Como por la tarde la gente volvía a la vida normal, había muchas personas que salían a beber agua y comer anises a las fuentes de los alrededores de la ciudad y, cuando oscurecía se formaban tertúlias familiares con funciones de sombras chinas. Y si el día 1 los teatros cerraban, el 2 representaban obligatoriamente El Duende Fingido, precursora del Don Juan Tenorio que aún se representa en algunos lugares.